miércoles, 13 de marzo de 2013

Opinan los alumnos de 2º Bachillerato...:

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En estos momentos de crisis, no sólo financiera, sino también de valores, es cuando más se puede constatar la pervivencia de distintas clases sociales: por un lado “los nuevos burgueses”, por otro las clases trabajadoras y finalmente los excluidos. Ni los más pobres ni las clases privilegiadas notan la crisis. Los primeros porque injustamente jamás han tenido, ni en tiempos de bonanzas ni durante crisis económicas y los segundos porque, ahora más que nunca, disfrutan de sus riquezas mientras que el pueblo trabajador paga por su egoísmo y sus “caprichos”.
Ejemplos de estas” famosas” clases privilegiadas: la Familia Real, los grandes empresarios, los presidentes de gobierno, la Casa de Alba…
Todos ellos fomentando y alimentando los diversos tópicos españoles: tradicionalistas, de los símbolos de la patria, el respeto a la autoridad, la vida como una fiesta, el despilfarro, el nulo espíritu revolucionario, el conformismo… anclados en un pasado que no permite que la sociedad avance.
Esta imagen tópica de España ha sido favorecida por una parte de los ciudadanos, que alardean de sus riquezas y de su posición social, sin prestar interés interés por elegir a “un buen guía espiritual” y a nivel de reformas sociales, políticas, económicas que ayude a mentalizar al pueblo creando una actitud de cambio, fomentando el bienestar social y sobre todo haciendo justicia.
Me gustaría en este momento del artículo cambiar de tono; dejar a un lado las generalizaciones y los tópicos y continuar con el ejemplo de aquellos jóvenes diferentes y emprendedores, con necesidad de expresar sus inquietudes. Artistas natos que inundaron sus obras de espíritu revolucionario, de críticas sociales. Dejaron a un lado la inutilidad de las armas y apostaron por la fuerza de las palabras. Me refiero a los grandes escritores de nuestra literatura contemporánea: Machado, Lorca, Valle-Inclán, Cernuda… Todos, personajes cuestionados y rechazados por el régimen. Personajes brillantes, con ganas de cambiar el mundo, con ganas de integrar a todo el pueblo en las labores sociales. Grandes admiradores de la riqueza espiritual y pobreza material, como Miguel Hernandez. Todos ellos mostraron en su poesía y sus obras este descontento de una sociedad conformista y muy ligada a la tradición, como podemos ver en el poema de Antonio Machado “El pasado efímero”.
¿Y nosotros, los jóvenes de hoy en día? ¿Nos parecemos a ellos? ¿Mostramos ese mismo interés por nuestro futuro, o nos parecemos más a el típico españolito que “vive de la renta”? La España de comienzos del siglo XXI no se parece en nada a la de comienzos del siglo XX. Cada vez dependemos más de nuestros padres, vivimos rodeados de comodidades y dependientes cien por cien de las nuevas tecnologías que, muchas veces y por el mal uso que hacemos de ellas, en lugar de abrirnos puertas, “¡nos las cierran con un portazo!”
Probablemente si Lorca o Machado se pasearan por la España de nuestro días, escribirían sobre la juventud pasiva, poco comprometida, con un futuro que muchos ya esperan y conocen, comparándoles con “aquella cigüeña que retorna cada año al campanario”, sin esperar nada nuevo, con la intención de provocar otra actitud . Y es que si no son los jóvenes quienes apostamos por el cambio y por construir un futuro mejor para sí mismos y para los suyos, ¿quiénes van a estar dispuestos a ello? ¿Nuestros gobernantes? Lo dudo.

C.H.P.



La crisis de la España vigente no es sólo económica, sino también de inteligencia, de desinterés y apatía por conocer lo que verdaderamente nos incumbe y, por ende, de futuro. Esta desgana trasladada al conocimiento es la que facilita a nuestros elocuentes gobernantes la manipulación del pueblo al tomar el poder prometiendo medidas que posteriormente no se cumplen. Así pues, el ejemplo del español actual cumple con creces los rasgos de aquél que nos describió Antonio Machado en su poema “Del pasado efímero”, aquél que “bosteza de políticas banales” y que sólo se anima “al evocar la tarde de un torero”
A todo lo dicho hay que unir, además, las ingentes desigualdades de clases sociales que hay en nuestro país. En pleno siglo XXI es indigno ver cómo las clases pudientes depositan sus fondos en paraísos fiscales mientras la clase humilde, que es la que realmente está sufriendo la crisis, vive ahogada económicamente a causa de la política fiscal restrictiva del actual Gobierno. Y precisamente es el actual Gobierno, ése al que muchos españoles le dieron su voto de confianza en las pasadas elecciones, el que también se ha unido al festín con escándalos de corrupción política como el famosísimo “Caso Bárcenas”. Tampoco hay que olvidar en esta lista de inmoralidades a la Casa Real que , con sucesos como el caso Nòos o la caza de elefantes en Bostwana por parte del rey, sigue “mordiendo de la mano” de aquéllos que les sustentan. Es indudable que estas desigualdades a las que nos referimos vienen dadas por el sistema y, por ello, debemos de introducir al español apático en la senda del cambio.
Pero ¿es comprensible esa apatía en la actualidad? En parte sí podría ser entendible ya que hoy en día son dos partidos (PP y PSOE) los que constantemente se suceden en el poder y está vista y comprobada la incapacidad de ambos para solucionar el caos actual. Sin embargo, de esta incapacidad es de donde debemos extraer conclusiones y ser conscientes de que el cambio no debe ser “cual torna la cigüeña al campanario” sino un cambio radical protagonizado por el pueblo, un pueblo que, en el caso de trabajar unido, podrá dar claridad al lóbrego futuro que se vaticina.

I.M.C.

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